Luto en Colombia por asesinato del gobernador del Caquetá

LA SIMBIOSIS ENTRE URIBE Y FARC

En un acto cobarde, las FARC enlutan la navidad de una familia, y además, la de todos los colombianos. De manera cobarde han asesinado al gobernador de Caquetá, Luis Francisco Cuéllar Carvajal, que cumplía años el mismo día y quien ni siquiera militaba en un partido uribista, sino en la Alianza Social Indígena. Todas las versiones apuntan a que lo asesinaron por cuenta del cerco militar del gobierno ordenado tras su secuestro. Seguramente, al igual que en el caso de la Cacica  Consuelo Araujo, solo nos basta esperar un fallo judicial de condena al Estado colombiano por no garantizar su vida e intentar rescatarlo a cualquier precio. Finalmente, seremos los contribuyentes los que paguemos estos platos rotos.

Un fracaso de la llamada “seguridad democrática”, que no es capaz de garantizar la vida y los derechos de ni siquiera un Gobernador. Tan solo hace tres días, Uribe se ufanaba en un Consejo «comunal» llevado a cabo en Florencia, de los supuestos “grandes logros en seguridad” en los últimos años en el Caquetá. He aquí la evidencia de su labor… Si eso es así, ni para qué hablar de la vida y derechos de los más humildes, qué, como se dice coloquialmente, llevan del bulto en esta maldita confrontación: los afectados por el terrorismo de ambas partes, los desplazados que en su mayoría viven en la indigencia, los mutilados por las minas antipersonales, las viudas y huérfanos de la violencia…

Uribe y las FARC tienen mucho en común, quizás más de lo que quieran reconocer. Uno y otro se necesitan, se dan legitimidad de manera recíproca. Lo único que puede legitimar un gobierno presidido por un paramilitar asesino, de lúgubre pasado y oscuro origen, es una banda narcotraficante que ha perdido todo Norte como lo son las FARC, y viceversa.

Cobran vigencia las palabras del recién liberado Alan Jara, en el sentido de que las FARC buscan que el uribismo se perpetúe, porque eso les beneficia. En la guerra, tanto el uribismo y las FARC ganan, los que perdemos somos todos los colombianos. Hoy, esta mentira de conflicto, que solo sirve para alentar la dictadura y el narcotráfico, ha cobrado una nueva víctima.

Uribe y las FARC son como los dos ladrones que se ponen de acuerdo para no interferir y robar cada uno en una zona: “de aquí para allá, roba y mata el uribismo, de aquí para allá, roba y matan las FARC”. Ésta simbiosis macabra amenaza con prolongarse indefinidamente en la historia colombiana, condenándonos a nosotros y a nuestros descendientes a vivir las afugias de la guerra. Más que la patria boba, esta es la patria imbécil.

Ciegos los que creen que la guerra es la salida. El fuego no se combate con más fuego. Falsa la argumentación de Uribe cuando afirma que busca la paz para nuevas generaciones y por eso hace la guerra ahora. No necesitamos la paz para nuestros hijos, ni nuestros nietos, necesitamos la paz para nosotros mismos, aquí, ahora.