La enseñanza de Mockus

El valor de las seres humanos no se mide en cuanto a lo rutilante de sus éxitos personales, sino en el poder de lograr transformar la sociedad en la que habitan. Si miramos con detenimiento, luego de estos ocho años el país sigue igual que antes o peor: campea la pobreza, la ilegalidad está desatada, siguen los enfrentamientos entre armados ilegales, los secuestrados siguen en el monte, la guerrilla sigue extorsionando y matando, pescas milagrosas, el tráfico de drogas sigue en su apogeo, en fin… entre una lista de deplorables situaciones que cada vez parecen más lejanas de terminar.

Cada nación tiene el gobierno que se merece, afirmó Joseph De Maistr, y esto es cierto. La ignorancia en nuestro país es extremadamente grave, los colombianos en su mayoría son analfabetas civiles y morales, que no ven noticias, no leen diarios, y especialmente, no valoran la vida y son indolentes ante las desgracias personales de los demás. En Colombia se vive la ley de la selva, del sálvese quien pueda. Lo vemos a diario, aquí atracan o matan al vecino y no manifestamos nuestra solidaridad ni nuestro rechazo. Impera la ley del silencio, del todo vale. Y todo porque aquí el fin justifica los miedos.

La llegada de Mockus al escenario político plantea unos cambios a la estructura de la sociedad colombiana que hasta el momento son subvalorados por la coyuntura electoral. A tal punto, que al candidato del Partido Verde de lo único que se le puede acusar es de no ser un torcido y de ser consecuente al extremo con sus posiciones políticas. Su retitencia a entrar en componendas politiqueras, con gabelas, puestos y sacrificio de propuestas, es una lección de integridad.
Mockus no es político, es un pedagogo, un politiquero puede decir mentiras, un educador no. La postura ética de Antanas es un ejemplo. Quienes lo acusan, son los que creen que la política debe seguir manejándose como una mafia, en oscuros partidos de garaje, tipo PIN, o con pactos debajo de la mesa. La claridad en este caso es guía y faro moral de una gran cantidad de ciudadanos, que SÍ comprenden el mensaje, y que están obligados a una acción política más allá de las urnas, especialmente en su cotidianidad. El cambio en Colombia ya empezó a darse, será un duro trasegar, la legalidad no es una flor de un día, se está sembrando una semilla, que como todo proceso, terminará dando sus frutos. Es imposible creer que de un día para otro podamos acabar con cincuenta años de accionar mafioso y bandoleril.

Desde este espacio, sólo queda agradecerle a Mockus su sacrificio y conducción. El no busca ser un caudillo ni más de lo mismo. Sabe que no puede derrumbar sus ideales y convicciones personales sólo por un triunfo. Por eso no miente, por eso es transparente y por eso nos enseña. Gracias Antanas.

Juan Gómez